top of page

El Gran Salto (II Relato contra la Homofobia)


Hacía tiempo que Rayco no amaba a nadie, entendiendo “amar” con el sentido que se le da socialmente al querer apasionadamente a alguien, sexo incluido. Él sabía que el amor era mucho más que eso, y por supuesto, amaba a mucha gente y se sentía amado también. Por decirlo de alguna forma, el amor era para él una de sus múltiples armas que empleaba en sus batallas vitales.


Lo que le rondaba por su cabeza últimamente era ese pensamiento estancado, de por qué no conseguía relacionarse de esa manera, que incluía afecto y sexo con personas de su mismo sexo. Y no tenía ningún problema, o eso pensaba él. Así que decidió ponerse a escribir sin parar, para ver qué podía sacar en claro de todo ese tema que le rondaba en la cabeza. Una mañana decidió emprender la caminata y llegar hasta una playa casi desértica, donde la sensación de libertad le ayudaría a desahogarse y colocar sus pensamientos. Qué mejor forma de despojarse de lo que a unx no le sirve que llegar a una playa y quitarse todo lo que no es piel...

Ya llegado a la playa pudo observar los contrastes tenebrosos del paisaje. Un cielo azul clarito, con algunas nubes muy disipadas, casi inexistentes. La arena negra como el ébano, desprendía un calor que se podía distinguir a kilómetros de distancia, era fuego de volcán. El mar del norte ese día estaba sospechosamente tranquilo, a lo que Rayco pensó que no era oro todo lo que relucía y decidió que iba a chapotear como de costumbre en la orilla. Los riscos trazaban formas oscuras, moldeadas por la fuerza y paciencia infinita del mar. Rayco llegó a la conclusión de que no había cosa que la mar no pudiera hacerla suya, mediante el desgaste, el choque o el arrastre... Él quería en ese momento que su lápiz fuese el mar y que le ayudase a pulir y recolocar todos sus pensamientos estancados e imposibles también, justo como aquellos riscos. Sin más, entró en la playa y buscó un rinconcito con sol y sombra, como a él le gustaba. Sacó su cuaderno y se dispuso a escribir.

Antes, se detuvo observando a un ave que parecía no tener rumbo fijo, pero mostraba su pasión por convertirse en viento, pues trazaba formas complejas y eso captó la atención del chiquillo. La gaviota deseaba ser aire, Rayco deseaba ser pájaro, el lápiz deseaba ser el fuerte oleaje que hoy, precisamente brillaba por su ausencia en aquella playa. Tanto fue así, que automáticamente metió la mano en el bolsillo de su vieja maleta y sacó el lápiz, que moría por ser trazador de aquel cuaderno. Rayco empezó, ahora sí, a dibujar sus vainas mentales.

<< Me acuerdo cuando era mas crío, que en el colegio, esa pequeña cárcel disfrazada, viví bastantes momentos de lo que ahora llaman bullying. Yo prefiero llamarlo marginación, o opresión, o sin duda, homofobia. No tengo la menor duda que ese constante y repetido acoso y burlas simplemente se daban porque inconscientemente estaba desafiando el patrón que nos impone esta sociedad sobre qué y cómo tenemos que ser; en este caso, por tener un rabo entre las piernas y no cumplir sus fórmulas. Hacer “cosas de chicas”, estar rodeado de mujeres siempre, eran cosas que también acompañaban al desafío de tener que ser un chico, para después tener que ser un hombre.

Recuerdo un día, justo en el patio del colegio, a la hora del recreo. Era un patio bastante grande para ser un colegio público, el único cerca del barrio. Tenía bancos de piedra cada seis metros por todas las paredes que apresaban aquellos sueños de los y las niñas de poder jugar realmente en libertad, sin policías educadores que las vigilaran, sin rejas en las paredes que las encerraran. El suelo era de tierra, esa tierra que se te metía en las encías cuando aterrizabas en el piso. Todavía, cuando llueve y la tierra se moja, me transporto a aquel patio, donde viví muchos momentos que tarde o temprano moldearían lo que hoy soy. Ese día del que me acuerdo era cuando tenía nueve años aproximadamente. Estaba frente a un amigo de clase, y digo amigo aclarando que esta sociedad crea a niños y niñas gilipollas, cabronxs y odiosxs la verdad, yo incluido. Ese niño se llamaba Ayoze, y lo más que recuerdo de él era como todxs nos reíamos de él porque le costaba leer. Para una palabra tardaba media hora. Ése era Ayoze y su problema, encontrar la siguiente sílaba. Estábamos jugando y no sé por qué me miró con cara de que tramaba algo, y empezó a gritar fuerte.Y me juro que le brotaron lágrimas de verdad, como si le hubiera metido un puñetazo en la cara. De pronto se amontonó allí todo el chiquerío, preguntando que qué había pasado. Ayoze les gritó entre lágrimas que Rayco le había pegado. Evidentemente Rayco era yo, aquel chiquillo afeminado incapaz de matar una mosca. Vi como de repente los chicos más masculinos, los que creían que tenían más poder ( y en realidad lo tenían) se viraron hacia mí con cara de “esto no puede ser” y acto seguido dejaron a Ayoze a un lado y empezaron a chillar de alegría conmigo :”¡Bien Rayco!”, “¡Por fin, Rayco!”. Yo me quedé atontado de todos los meneos que me metieron los chicos, imposibles de aguantar su júbilo porque el afeminado se había ganado un punto en su sistema masculino de reglas. Poco a poco me iban arrastrando la marabunta de gente hacia el otro lado del patio, como si hubieran ganado un partido y yo fuera la copa. Noté cómo Ayoze se iba alejando más y más de nosotros, pues se quedó plantado allí como un machango, eso sí, tornandose su cara traviesa a una de decepción triste. ¿Por qué lo habría hecho Ayoze?¿Quería recibir atención y cuidados y acabó recibiendo rechazo por su poca hombría? ¿O pensaba que acusándome me iban a joder vivo? En fin, recuerdos como este me vuelven a la mente cuando me dispongo a ordenar mi cabeza y mis cosas actuales. ¿Seré yo, o la realidad tan perra conspira para que cada vez se me haga más difícil amar a un chico a mi manera?La verdad es que...>>

De pronto Rayco notó como un escalofrío que le subía desde el dedo gordo de los pies, dando un sobresalto en su toalla, tiesa ya por el calor y el salitre. Se giró y vio que la marea había subido. El pájaro había desaparecido en ese cielo claro, que ya comenzaba a volverse de color canelo atardecer, en diferentes matices. Volvió a la realidad de aquella playa. Miró hacia el cielo, hacia el mar y se preguntó cuánto tiempo había pasado escribiendo. Acto seguido se levantó, mostrándole al paisaje su desnudez y sus flaquezas, y sin pensarlo se dirigió hacia el mar, a darse el último remojo del día. Rayco quería que el mar le limpiase la piel y se llevara esas sensaciones amargas del pasado. Siempre pensó que el patio del colegio era una buena metáfora de la sociedad en general. * * * * * Como si de una piedra más del camino se tratase, Rayco volvió en sí y miró a su alrededor. El paisaje era desolador, el aire quemaba sus pupilas. Existía todo tipo de gamas canelas, desde la más clarita a la más oscura. Se encontraba en medio de malpaíses, pequeñas formaciones y extensiones volcánicas imposibles, ásperas, rasposas. Sólo escuchaba el aire pasar por algunos huecos en paredes construidas por pastores que ya casi no se mantenían en pie. De repente escuchó una especie de grito muy lejano, lo que sin pensarlo le hizo voltear la cabeza hacia el horizonte rocoso. Pudo vislumbrar una cabra a lo lejos, que intentaba dar un salto entre malpaíses. Era una cabra guanila, esa raza de cabrascimarronas y libres que existen desde antes de la colonización del archipiélago noroesteafricano. Su cara tornó de unas facciones de sorpresa a una de sonrisa inspiradora. Rayco bajó la cabeza, pensó por un momento, y decidió sentarse en un montículo de riscos que tenía la lado. Tardó varios minutos en acomodarse y dejar de sentir, tanto lo abrupto del terreno como su alta temperatura. En un paisaje desértico volcánico, prosiguió su andadura en escribir y situarse en su cabeza y en el mundo. La cabra guanila, le había inspirado en sentirse otra parte más de ese paisaje y comenzar a vomitar sentimientos y pensares <<¿Por qué me cuesta tanto amar libremente a los demás, y con demás me refiero a mi mismo sexo? Siento que a medida que van pasando más y más los días, los meses y los años, hay algo que me impide más el construir relaciones sanas y libres, relaciones combativas, donde el conocer chicos no equivalga a tener sólo relaciones sexuales sin más proyección en la vida. Y no sólo afianzarse como relaciones de parejas, sino construir vínculos que combatan todos los tipos de dominación, tales como la lucha contra el estado y sus capitalistas y policías, o la lucha antiracista, o contra el patriarcado. Este enfoque holístico siento que falta en muchos de los entornos donde, desde siempre, me he relacionado. Para mí, amar no es levantarse junto a otro chico y mirarnos en la cama y decirnos “qué bien ¿no?”.Amar para mí es destripar esta vida que quieren convertir en una muerte anticipada. Amar, siento que es lo que impulsa nuestras mentes y cuerpos en el combate de esta realidad. El “te amo tanto, desde que aprendí a odiar a nuestros enemigos” o el “Les odio tanto, porque quiero amarte hasta la muerte”. Mirarnos y sentirnos cómplices, que tenemos rumbos y objetivos a los que hacerles frente y desarrollarnos en solidaridad>>

Aquí Rayco hizo una leve pausa, respiró levantando la vista al frente, donde contempló esa aridez del paisaje. Tragó aire y prosiguió:

< <Bueno, amar es un concepto complejo también....Hay muchas formas de amar, como mundos en este planeta...¿Seré yo? ¿Seré yo el problema de esta incapacidad de construir estas relaciones? ¿O el mundo y este sistema tan jodido y heteropatriarcal me está desafiando hasta morir, diciéndome “jódete, te voy a ganar este pulso”? Estoy confundido. Las últimas relaciones que tuve no salieron como quisimos, pues supongo que por estar siempre alerta con los dogmas y la conformidad, queriendo evitar yo caer en romanticismos y ataduras estropeé lo que podía haber salido de ahí. No lo sé, sólo son cosas que pienso... ¿Estaré construido en un unos patrones, aunque fuera de la norma heterosexual, donde lo que me atrae sea el objetivo a destruir en mi lucha? En otras palabras, odio y combato día a día con una masculinidad opresora y que me da asco en los hombres, pues considero que es una de las bases que hace a este mundo oprimido; pero por otro lado siento que los hombres que más deseo son los más masculinos. ¿La vida es paradójica?, o ¿la paradoja es vital? Aquí me encuentro yo, intentando desenmarañar los tejidos enredados de mi cuerpo y de mi mente. Seguro que algún...>>

De un gesto, el cuaderno voló junto al lápiz a un lugar desconocido, pues la atención de Rayco se concentró en esa cimarrona que pastaba ahora a su lado casi, intentando encontrar algún hierbajo en ese desierto volcánico. Como había permanecido inerte ya no sabía cuánto, la cabra pastaba a su lado, como si de verdad él fuera otra piedra más del camino. Rayco volvió en sí y sonrió observando a lacabra. La guanila era, para ser más concretas, una culeta. Su cuerpo estaba dividido por dos colores, como si la hubieran tirado un cubo de pintura, por delante totalmente negra y justo por detrás blanca, separados los dos colores por una línea inexistente. La culeta alzó la cabeza y miró a Rayco. Movió las mandíbulas como sólo sabe hacerlo una cabra y ahí se le plantó. Hubo un duelo de miradas entre Rayco y la culeta, las dos más tiesas que un garrote. Raico comenzó a pensar:


“¿Qué le pasa a ésta? ¿Me estará diciendo que me deje de tanta conjetura? Su mirada, aunque indiferente, parece clara, sincera, nítida...”

Un pensamiento le llevó a otro y así sucesivamente. Hasta que llegó a acordarse del cuaderno y del lápiz. Viró su cabeza de un sopetón en busca de ello y se dio cuenta de que habían acabado en el fondo del pequeño barranco. Era pequeño pero complicado para bajar. Ya tenía decidido el no bajar, cuando volvió a girar la cabeza hacia la cabra y contempló que ya no estaba. Rayco se levantó súbitamente en busca de su compañera en aquel campo volcánico. Miró en todas las direcciones pero no consiguió encontrarla. Tras repetir la búsqueda varias veces desistió y se volvió a plantar donde estaba. Apoyó los codos en sus piernas, sus dos muñecas en su barbilla, juntó las rodillas formando una V invertida, y se quedó divagando unos segundos. Volvió a la realidad cuando, tras mirar más allá del lugar que su amiga había dejado vacío, admiró un gran garrote, con una firmeza y dureza digna de un trabajo artesano. Rayco parpadeó dos veces seguidas. Miró el garrote, miró al barranco, y se dijo “pa'lante”. Se alzó, fue en busca del garrote, la cogió como si de un trofeo se tratase. Pensó en la cabra por un instante y miró al sur, donde el mar se conseguía distinguir entre las montañas de malpaís que votaban casi fuego. Acto seguido recitó:

<<La tierra, los riscos, el mar.... El embate caliente golpea mi cara, golpea mi piel, los granos de arena son como pequeñas lijas que me van limpiando los cachos de piel muerta, de capas que ya no me sirven, que me sobran, que me estorban.

Al igual que el mar moldea los riscos mas imposibles, la libertad golpea la dureza mas inquebrantable, la autoridad más firme, el poder más opresor...>>

Y saltó.





Featured Posts
Recent Posts
Archive
Search By Tags
No hay tags aún.
bottom of page