top of page

TRENZA   TU   CABELLO   NIÑA

Decía mi abuela que cuando una mujer se sintiera triste lo mejor que podía hacer era trenzarse el cabello; de esta manera el dolor quedaría atrapado entre los cabellos y no podría llegar hasta el resto del cuerpo; había que tener cuidado de que la tristeza no se metiera en los ojos pues los haría llover, tampoco era bueno dejarla entrar en nuestros labios pues los obligaría a decir cosas que no eran ciertas, que no se meta entre tus manos- me decía- porque puedes tostar de más el café o dejar cruda la masa; y es que a la tristeza le gusta el sabor amargo.

Cuando te sientas triste niña, trénzate el cabello; atrapa el dolor en la madeja y déjalo escapar cuando el viento del norte pegue con fuerza. Nuestro cabello es una red capaz de atraparlo todo, es fuerte como las raíces del ahuehuete y suave como la espuma del atole.

Que no te agarre desprevenida la melancolía mi niña, aun si tienes el corazón roto o los huesos fríos por alguna ausencia. No la dejes meterse en ti con tu cabello suelto, porque fluirá en cascada por los canales que la luna ha trazado entre tu cuerpo. Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza…

Y mañana que despiertes con el canto del gorrión la encontrarás pálida y desvanecida entre el telar de tu cabello. Trenza tu tristeza, decía, siempre trenza tu tristeza…

 

Paola Klug

Instrucciones para reciclar la tristeza

Es recomendable para empezar, que la tristeza no sea descartada en un mismo recipiente, con otros sentimientos parecidos pero materialmente diferentes, como el dolor o la melancolía. Hay que saber que la tristeza, demasiado tiene con su propia suerte como para cargar con la suerte de otros y otras.  Es conveniente, para continuar, que depositemos la tristeza, amorosamente, en un recipiente suficientemente ancho, como para que no se sienta comprimida, reprimida, ni compactada. Hay que cuidar en todo momento, que la tristeza pura, la pura tristeza, tenga un espacio amplio donde desplegarse con libertad. 

No hay que temer si en algún momento, la tristeza se expande de manera sorprendente, incluso para quienes la sentimos como propia.

Alivia tal vez saber el secreto que hoy les cuento en voz baja: cuanto más se expande, la tristeza se vuelve más liviana. Al expandirse, la tristeza va transformando su estado de sólido a líquido, por medio de un recurso que se llama llanto, y de líquido a gaseoso, cuando el llanto caído comienza a volverse nube y nubla tus pensamientos y hasta tus sentimientos. En cuanto a los pasos concretos para reciclar la tristeza: hay que empezar por rociarla con las canciones que nos regresan a lugares conocidos y queridos. Cuando llegamos, nos acurrucamos con ella en esos territorios, y ahí la sembramos con ternura (de esa que no perdimos jamás a pesar de habernos endurecido guevarianamente hablando).  La tristeza vuelta semilla, es decir, reciclada en primera instancia, y sembrada en territorios amados, cuando llega su hora, germina y se hace planta, flor, fruto.  Las flores de la tristeza son de todos los colores y aromas. Podemos reconocerlas por sus nombres… que nosotras le elegimos. A las flores de la tristeza podemos ponerle cualquier nombre, menos alegría del hogar. Los frutos de la tristeza son de todos los sabores. No es verdad que tiene frutos amargos. Sus frutos pueden ser tan dulces, como la tristeza misma en ocasiones. Pero de todos modos, es preferible no tragar y menos digerir esos frutos. Los regamos, los cosechamos, los nombramos en nuestras poesías… hasta que se caen de maduros.  Cuando los frutos caen y se vuelven semillas, se ha cumplido con el primer ciclo de su reciclado.

 

Las tristezas no son tan tristes, ni tan necias, como para no alegrarse de un nuevo ciclo que se inicia.

 

 

Claudia Korol 

Argentina 

bottom of page