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CUENTOS

Una mesa, y en la mesa, un cencerro

 

 

En la primavera de 1935 desembarcó un grupo de amigos artistas en la isla. Venían cargados con cuadros de otros mundos y una película prohibida. Fueron recibidos por la vanguardia isleña, quienes esperaban desde meses antes aquella visita apocalíptica. Los cuadros se expusieron desde el primer momento, el quinto día estaba prevista la proyección de la película. La cinta presumía de ser sinceramente deshonesta, provocadora, y de insinuar la decadencia de las jerarquías conocidas. El elemento central era la vaca que resolvía las contradicciones de un mundo alienante y allanaba el terreno para festejar la inminente víspera de la postmodernidad. El mismo grupo de amigos artistas venidos de lejos experimentó esta liberación catártica cinco años antes.

 

Conocedores del contenido de la película, los más conservadores trataron de impedir a toda costa aquel atentado contra los más sagrados valores. La primera batalla que se libró fue del orden de la palabra, e iba dirigido a la sociedad isleña en general. La corrupción a la que conducía el surrealismo y su obsceno repertorio, empezarían a dejarse sentir. Los curas pregonaban en sus iglesias que el demonio estaba cerca, que debía salvaguardarse todo aquel de buena fe, que el señor castigaría al que se le ocurriera manchar su alma, con las ideas e imágenes del pecado surrealista.

 

A los artistas no sorprendió el revuelo generado, era lo esperado. En principio pudieron

soportar la histeria aristócrata. Se preocuparon por cuidar de las obras mientras la isla alegraba sus imaginarios y se revolcaban en el desconcierto que los paisajes les producían.

 

El cuarto día, cuando paseaban por la ciudad, un niño se les acercó, se les quedó mirando

algunos segundos y luego extendió el brazo, ofreciéndoles un sobre negro. Andrés tomó el sobre y el niño no tardó en dar media vuelta y echar a correr. Todos quedaron extrañados, más por el niño que por el sobre. Avanzaron hasta la plaza donde se sentaron y se dispusieron a abrir el enigmático sobre. No llevaba mensaje o remitente alguno en el exterior. Cuando Andrés trató de abrirlo se rompió ligeramente, lo que entretuvo brevemente sus pensamientos, antes de que lo que había en el sobre se lo tragase de súbito, dejándolo mudo y con una pávida mirada. El grupo le arrebató el sobre, y como no eran inmunes al veneno que la imagen inyectaba en los ojos que se apoyaban sobre ella, les invadió la angustia.

 

El sobre contenía una fatal fotografía en la que aparecía una habitación desolada. En el vacío de la habitación podía verse una mesa perfectamente centrada, y en la mesa un cencerro, un herrumbroso y triste cencerro en la inmensidad de una mesa sin sillas, sin bancos, nada más que un cencerro abandonado sobre ella. La siniestra amenaza les congeló de inmediato y para el resto del día. Ahora eran conscientes de hasta donde estaban dispuestas a llegar las élites retrógradas de la ciudad, sin embargo, presentían que era más necesario que nunca proyectar aquellas imágenes que empezarían por despertar a la isla del maloliente orden social en el que estaba inmersa.

 

 

 

 

Tamargue , desde Canarias

El árbol que hablaba

 

Había un lobo en la selva. Un día, cuando estaba fuera paseando, encontró a un árbol que tenía unas hojas que parecían caras de personas. Escuchó atentamente y pudo oír al árbol hablar.

 

El lobo se asustó y dijo: "Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante". Tan pronto como hubo dicho estas palabras alguna cosa que no pudo ver lo golpeó dejándole inconsciente. No sabía durante cuanto tiempo había estado allí tendido en el suelo, pero cuando despertó estaba demasiado asustado para hablar. Se levantó inmediatamente y empezó a correr.

 

El lobo estuvo pensando acerca de lo que le había ocurrido y se dio cuenta de que podía usar el árbol para su provecho. Se fue paseando de nuevo y se encontró a un antílope. Le contó lo del árbol que hablaba, pero el antílope no le creyó. "Ven y lo verás tu mismo" dijo el lobo " pero cuando llegues delante del árbol asegúrate de decir estas palabras:

Hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante. Si no las dices, morirás."

 

El lobo y el antílope se acercaron hasta el árbol que hablaba. El antílope dijo: "Has dicho la verdad lobo, hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante."

 

Tan pronto como dijo esto alguna cosa le golpeó y le dejó inconsciente. El lobo cargó con él a su espalda y se lo llevo a casa para comérselo. "Este árbol que habla solucionará todos mis problemas", pensó el lobo.

"Si soy inteligente nunca más volveré a pasar hambre."

 

Al día siguiente el lobo estaba paseando como de costumbre. Al cabo de un rato se encontró con una tortuga. Le contó la misma historia que le había contado al antílope, y la llevó hasta el lugar. La tortuga se sorprendió cuando vio al árbol hablante."No creía que esto fuera posible", dijo, "hasta el día de hoy nunca me había encontrado con algo tan raro como un árbol hablante". Inmediatamente fue golpeada por algo que no pudo ver y cayó inconsciente. El lobo la arrastró hasta su casa y la puso en una olla. Pensó en hacer una estupenda sopa.

 

El lobo estaba orgulloso de sí mismo. Después del antílope y la tortuga cazó un ave, un jabalí, y un ciervo. Nunca antes había comido mejor. Siempre usaba la misma estrategia. Contaba a sus presas que debían decir que nunca antes habían visto a un árbol hablar y que si no lo decían morirían. Todos ellos hicieron lo que el lobo les dijo y todos ellos quedaron inconscientes. Luego el lobo cargaba con ellos hasta su casa.

 

Era un plan perfecto, él lo creía simple e infalible, y agradecía a las estrellas el hecho de haber encontrado a ese árbol. Esperaba comer como un rey durante el resto de su vida.

Un día, que se sentía con algo de hambre, el lobo fue a pasear de nuevo.

 

Esta vez se encontró con una liebre.

El lobo le dijo: "Hermana liebre, he visto algo que tú no has visto desde el tiempo de tus antepasados"

"Hermano mayor, ¿Qué puede ser?" Preguntó la liebre.

"He visto a un árbol que habla en la selva" dijo el lobo. Contó la misma historia de siempre a la liebre y se ofreció para llevarla a ver ese árbol hablante. Fueron juntos hasta el lugar. Cuando se acercaban al árbol el lobo le dijo, "no olvides lo que te he contado".

" ¿Qué me contaste?" preguntó la liebre.

"Lo que debes decir cuando llegues junto al árbol, o si no , morirás" dijo el lobo.

"¡Oh!, Sí" dijo la liebre. Y empezó a hablar con el árbol. "¡Oh!, Árbol, ¡oh!, árbol" dijo, " Eres un árbol precioso"

"No, esto no" dijo el lobo.

 

"Perdona," dijo la liebre. Entonces habló de nuevo. " Árbol, ¡oh!, Árbol nunca pensé que pudiera ser tan maravilloso".

"¡No, no! " Dijo el lobo, "no un árbol precioso, un árbol hablante. Te dije que tenías que decir que nunca habías visto antes a un árbol hablante."

 

Tan pronto como hubo dicho estas palabras, el lobo cayó inconsciente.

La liebre se fue andando y mirando hacia el árbol y el lobo. Luego sonrió, "Entonces, este era el plan de Sr. Lobo" dijo. "Se pensaba que este lugar era un comedero y yo su comida."

 

La liebre se marchó y contó a todos los animales de la selva el secreto del árbol que hablaba. El plan del lobo fue descubierto, y el árbol, sin herir a nadie, continuó hablando solo.

 

 

Cuento Mandé

Sahel

La curiosidad femenina

 

Hace tiempo, hace muchísimo tiempo, antes de nuestra madre Eva, vivió otra mujer.

Se llamaba Lilith. Era una muchacha simpática, bonita, agradable, pero eso sí: preguntona a más no poder, curiosa a morir. Todo lo quería saber, todo lo  quería averiguar, todo lo quería conocer.  Ella salía por las mañanas tempranito de la casa, y a todo el que se encontraba en su camino le preguntaba: ¿de dónde venía? ¿para dónde iba? ¿ a qué hora había salido? ¿con quién se había encontrado? ¿qué le había dicho? ¿ y él, qué había contestado? ¿De quién era hijo? Todo, absolutamente todo. Además, hablaba con todo el mundo, con los bichos y con las grandes bestias, con las matas, los árboles, y con las flores; hablaba por ejemplo, con las rosas, y tengo que decirles que en aquella época cada rosa tenía su nombre. Maríarrosa se llamaba una, Anarrrosa la otra, Rosatulia, Rosita, Roxana... y ellaa cada rosa le preguntaba la razón de tu color. A todas estas, Adán, nuestro padre Adán, el pobre Adán, vivía muy aburrido. ¡Esto que me han dado a mí no es una mujer! decía. ¡Nunca está en la casa, donde le corresponde, haciendo lo que le toca!. Y estaba tan aburrido Adán, que fue a hablar con Dios y le contó las mil y unas razones de sus aburrimiento. Dios, que también era hombre, entendióel aburrimiento de Adán y resolvió el problema fabricándole una mujer para él, solo para él. Esa tarde, mientras Adán dormía la siesta, Dios le arrancó una costilla y creó a Eva. Nuestra madre Eva.

 

Cuando Lilith regresó del bosque se asomó a la ventana de su casa, vio a Eva y dijo. ¡Qué maravilla! una amiga para conversar. Pero Adán le prohibió que tan solo se atreviera a dirigirle la palabra e instauró la distancia entre las dos mujeres.

Lilith se quedó mirando cómo Eva seguía a Adán a todas partes, era como su sombra, y entendió que un ser así sería muy infeliz sobre esta tierra. Se metamorfoseó en serpiente y le ofreció una deliciosa manzana. Eva la probó y la curiosidad se hizo en las mujeres.

Desde entonces hay dos tipos de mujer sobre la tierra: la hijas de Eva y las descendientes directas de Lilith. A ustedes les toca escoger en cuales de estos dos campos se ubican.

 

 

Enrique Buenaventura

Colombia

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